Moni

Moni

Por más que pasen cien años, un milenio o una eternidad, creo que jamás olvidaré aquel día de verano y más aún en gélidas tardes invernales como las de hoy. Pero, bueno, más vale que comience por el principio, pues ya se sabe que las casas no han de empezarse por el tejado, así que empezaré por hablaros de Mónica…

Mónica tiene 27 años, mide 1.60 y tiene una deliciosa media melena rubia totalmente natural, a lo que se suman unos deliciosos y risueños ojos verdes que parecen querer competir en jovialidad con la sonrisa que asoma en sus rojizos labios color sangre, y con una piel cuya blancura ya nos anuncia la suavidad del terciopelo. Todo ello acompañado de una deliciosa figura ni gorda ni delgada, con unos deliciosos senos redonditos que sin ser pequeños tampoco son grandes, pero que con su forma amanzanada nos hacen pensar en oleadas de placer; más aún cuando gusta de lucir generosos escotes sensuales que hipnotizan a cualquiera con mayor eficacia que los ojos de cualquier serpiente.

Pero podéis creerme si os digo que lejos de recordar a tan desagradable animal, más bien recuerda a una figura angelical que camina entre nosotros, lo cual se ve refrendado por su melodiosa y dulce voz.

Cualquiera pudiera pensar que exagero y que estoy describiendo una muñeca de porcelana, pero desengañaros… muñeca, sí, pero no precisamente de porcelana.

Yo a mi vez, también tengo 27 años, mido 1.75, soy castaño, mis músculos están trabajados (sin ser un Rambo o similar), y dicen que soy atractivo; lo que sí que es cierto es que por lo general las mujeres confían en mí de modo innato y me hacen partícipe de todas sus confidencias.

Hará unos ochos años que la conocí en Oviedo en una fiesta universitaria. Hablamos, bebimos y bailamos toda la noche; los bailes eran puro vicio y evidentemente no tardó en conseguir una reacción de mi entrepierna, pero al notarla lejos de apartarse de mí se pegaba aún más, dándome la espalda y contoneando sus caderas de modo que me daba un pequeño empujoncito en cada movimiento. Llegó un momento en que me puso a mil, la cogí por las caderas y pegué su espalda a mi pecho y mi polla (que estaba dura como una piedra) a su culo y juntos bailamos al son de la música mientras mis manos subían por su cintura hasta la base de sus senos aunque sin llegar a tocarlos. Noté que se estremecía y entonces le aparté el cabello a un lado y pegué mi cara a su cuello para luego deslizar suavemente mis labios por su sedosa piel… pero en ese momento uno de los amigos que nos acompañaba vino a buscarnos y rompió el hechizo.

Él es uno de mis mejores amigos y actualmente lleva cuatro años saliendo con ella. El caso es que durante mucho tiempo ella y yo hemos sido mutuos confidentes, de hecho yo conozco todos sus secretos de alcoba y sus gustos sexuales (me daba mucho morbo el que siempre me dijera que no le gustaba el sexo anal porque debía doler mucho…). Todos pensaban que nos gustábamos y lo cierto es que no estaban muy desencaminados y de hecho yo siempre le decía a Mónica que teníamos que yacer juntos un día para quitarnos la calentura. Tan sólo había un problema y es que ella quería a su novio y yo no quería traicionar a mi amigo, pero evidentemente nuestras pobres defensas estaban condenadas a caer como un coloso con pies de barro.

Este último verano tonteábamos más que nunca, especialmente aquella mañana en que me había invitado a desayunar. Su novio estaba trabajando en otra ciudad y ella y yo estábamos de vacaciones. Me recibió en albornoz, recién salida de la ducha (¿casualidad? yo le había confesado muchas veces que me excitaba muchísimo una mujer con la piel aún mojada por la ducha y con un albornoz recién puesto; puede que se hubiese vestido así por mí o puede que realmente saliese de la ducha… juzgad vosotros).

Estás espléndida. ¿Sales de la ducha para mí?- le dije.

Ay, calla, que siempre estás igual- me respondió con una dulce aunque pícara sonrisa.

Y encima no llevarás nada debajo- añadí agarrándola por la cintura y atrayéndola de espalda hacia mí mientras la abrazaba como aquel primer día en la discoteca.

Ja,ja,ja. Suéltame- me dijo.

Primero déjame comprobar una cosa- le dije mientras le destapaba un hombro- No llevas sujetador -añadí apartándola y haciéndome el sorprendido.

Ni bragas – exclamó dándose la vuelta y mirándome a los ojos burlonamente.

Pero su giro y su maniobra la traicionaron, pues su albornoz no estaba tan bien atado como ella había previsto, y por un momento éste se entreabrió, aunque ella reacciono rápido y lo cerró.

Voy a vestirme- dijo- espérame en la cocina.

Vale-respondí dirigiéndome hacia allí. Lo cierto es que yo estaba en el limbo pues por un momento había logrado ver su delicioso coñito coronado por una mata de dorado vello púbico arreglado. Yo ya había visto sus pechos en alguna ocasión en que ella se probaba un sujetador y me lo enseñaba, pues éramos muy dados a hablar de lencería, pero nunca había vislumbrado su entrepierna, y el que estuviera arreglada y fuese tan clara como su rubia melena me había encantado. El deseo crecía en mí por momentos.

Regresó vestida con un pequeño camisón azul celeste, semitransparente de lo vaporoso que era y aunque se apreciaban unas braguitas también podía verle claramente la aureola de sus pezones, aunque me decidí por no decirle nada no fuese que optase por ir a poner un sujetador y me privase de aquella divina visión.

Me ofrecí para ayudarla a hacer el desayuno, pero se negó en redondo y me hizo quedarme sentadito, lo cual me vino de perlas pues entre su perfume, la imagen anterior y el panorama que me ofrecía ahora teniéndola tan cerca, la polla se me había puesto aún más dura que antes y pugnaba por salirse del pantalón, llegando a producirme dolor. Me excité sobremanera y me di cuenta que el mantel de la mesa era enorme y llegaba casi hasta el suelo y de pronto mientras ella se ponía de puntillas para coger un bizcocho del armario, aproveché que me daba la espalda, me bajé la bragueta y liberé mi polla de los gallumbos. Estaba al rojo y muy sensible. Afortunadamente Mónica estaba muy dicharachera, es más era como una cotorra, pues no callaba, pero debía estar encantada pues a veces nuestras charlas eran de a ver quién habla más y hoy ella realizaba un monólogo. Cuando ya todo estaba listo cogió unas galletas del armario y cuando las traía a la mesa se le cayeron por el suelo. Intenté levantarme pero al hacerlo, mi polla desnuda chocó con la mesa bajo el mantel y profiriendo un quejido me senté.

¿Qué pasa?- me preguntó.

Nada, que me di un golpe en la rodilla- mientras me acariciaba la rodilla con una mano con la otra bajo el mantel intentaba meterme la polla dentro del pantalón.

Vaya, una ha caído bajo la mesa-dijo ella.

Aunque había conseguido meter la polla en el pantalón, la cremallera estaba a medio subir y el empalmazo debía ser claramente visible. Ella recogió la galleta en un segundo y no sé si habría visto algo. Se sentó frente a mí y estuvimos un rato hablando mientras comíamos. Luego ojeamos un Cosmopolitan como acostumbrábamos hacer y comentábamos las tonterías y los temas de sexo, para lo que vino a sentarse a mi lado, con lo que su aroma embargó mi olfato. Pasó casi una hora y me preguntó que si me apetecía ir a la playa y le respondí que ya sabía que con ella siempre.

Bien, pero te tengo una sorpresa preparada e iremos donde yo diga- me dijo Tus deseos son órdenes- respondí.

Recogimos y nos fuimos a cambiarnos, ella a su habitación y yo al baño, y mientras entraba en su habitación, pude ver como lo hacía quitándose el camisón, con lo que su espalda, su culo y sus piernas se ofrecieron a mí desnudos en todo su esplendor, mientras la puerta se arrimaba y no se cerraba del todo. Pude ver cómo se agachaba al pie de su cama a coger unas chanclas y la observé de perfil mientras escogía los bikinis. Era sencillamente deliciosa y el deseo se apoderaba de mí por momentos. Me imaginé entrando, cogiéndola en mis brazos y fundiéndose nuestros labios en acalorados y apasionados besos mientras nuestras lenguas combatían en húmeda batalla, y entregándonos a mil y un juegos amorosos que tanto nos gustaban a ambos y que yo tan bien sabía por nuestras conversaciones.

Entré en el baño antes de cometer una locura y le grité que tenía calor y que me iba a dar una ducha. Rápidamente me desnudé y cómo no, estaba totalmente empalmado. El agua corría sobre mí, pero no se me bajaba el empalmazo, así que comencé a pajear mi polla pensando en todo lo que había visto, e imaginando el sabor de sus labios en los míos…

Voy a peinarme-dijo mientras entraba.

Se me había olvidado cerrar la puerta y apenas si tuve reflejos para ponerme de espaldas a ella, pues las mamparas de la ducha eran casi transparentes.

Ja,ja,ja, ¿tienes miedo que te vea?- me preguntó.

Igual te asustabas si me vieras ahora- le respondí fastidiado. Estaba claro que no era momento de acabar lo que había empezado.

Ja,ja,ja…. venga apúrate no sea que se vaya a nublar-dijo saliendo del baño contoneando sus caderas a través de un pareo.

Me agarré la polla con las dos manos y comencé a pajearme a toda velocidad y con fuerza imaginando que la penetraba a cada sacudida-Al poco con lo caliente que estaba mi pene escupió su leche que llegó literalmente hasta el techo de lo caliente que me había puesto. Lo limpié como pude , acabé de ducharme y me vestí de playa, sólo que mientras lo hacía ella entró en el baño.

Yo también quería verte en albornoz… jaja.-dijo

Yo ya estaba en bañador, la cogí, la acerqué hasta mí y le di un beso en la mejilla. Ella tardó en retirar su mejilla y cuando lo hice hubiese jurado que por un instante sus labios intentaron rozar los míos.

Ya preparados nos llevamos todo el equipo, paramos en un quiosco a coger una revista de cotilleos y otra de crucigramas, y nos subimos al coche rumbo al destino que ella fijase.

¿Y bien?, tú dirás…

Nos subimos en mi coche pero era ella la que conducía pues quería que el destino fuese una sorpresa y a fe mía que consiguió sorprenderme, pues me llevó desde Gijón hasta una playa entre Quintueles y Villaviciosa, a unos 20 kilómetros. La sorpresa no radicaba en la distancia sino en que era una pequeña playa (más bien una minúscula cala) salvaje de la que le habían hablado, de muy difícil acceso y a la que casi nadie solía acudir. Lejos de extrañarme la idea me entusiasmó, pues en el fondo siempre he sido un empedernido romántico al que le encanta la idea de una playa tropical desierta, con palmeras y con una mujer muy cariñosa.

Dejamos el coche y cogimos todo el equipo, comenzando a caminar, pues aún nos quedaba un buen cuarto de hora hasta nuestro recóndito destino. He de reconocer que Mónica iba espléndida (aunque a mí siempre me lo parece, pero creo que estaríais de acuerdo conmigo) con sus vaqueros recortados casi hasta el nacimiento de sus nalgas y con una camisa roja sin mangas anudada casi justo bajo sus senos. Su deliciosa melena suelta ondeaba al viento reflejando por momentos los rayos del sol.

No sé cómo podía seguir la conversación pues no dejaba de pensar en lo deseable que me parecía y aún recordaba las escenas de su cuerpo desnudo en su casa apenas una hora antes. De repente como si leyese mis pensamientos se detuvo.

Hace calor- dijo llevándose la mano a la frente y secándose parte de las gotas de sudor que allí se habían formado.- Quitémonos ya las camisetas y así nos vamos poniendo morenos.

Perfecto- respondí, pues a ambos nos gustaba la playa para luego lucir el bronceado.

Me despojé de mi camiseta mientras ella me observaba.

Tienes las axilas depiladas- exclamó.

Sí, ya te lo había dicho. Me lo recomendó Sandra porque su novio se las depilaba y a ella le encantaba, y lo cierto es que es mucho más higiénico, pues casi no sudas y es más estético, ¿no?-le dije.

Lo cierto es que me gusta- comentó mientras se quitaba su camisa roja. Cada vez la deseaba más. Su piel aún estaba muy blanca y contrastaba con su bikini rojo y triangular, que por cierto era bastante pequeño, pero no tuve mucho tiempo para disfrutar de su parte alta del bikini, pues se llevó las manos a cuello y espalda y desabrochó sus nudos. Debí quedarme como petrificado, sorprendido, extasiado, entusiasmado, excitado, todo eso a la vez ante la visión de esos senos blancos bien rellenos (sin ser enormes), redondeados, desafiando claramente la ley de la gravedad (es decir nada caídos: una chica de 18 no los tendría más firmes) y coronados por unos pezoncitos muy claros, casi rosados, que estúpidamente me hicieron recordar nata con fresas. El caso es que como os decía me debí quedar con cara de imbécil total, pues no me lo esperaba.

¿Qué pasa? me preguntó- ¿no te gusta?- siempre me estás diciendo que haga topless, que si lo hago en el sur ante desconocidos por qué no aquí y bla,bla…

Me en… encanta. Digo me parece bien, pero ¿por qué hoy?- balbucí entrecortadamente.

Porque me apetece y porque aquí no es como en San Lorenzo (la playa de Gijón), probablemente no haya nadie. Además eres como mi hermano, en breve no tendrás que preocuparte por mi ropa…-me dijo sonriente y con enigmática mirada.

Apenas si presté atención a sus palabras y seguimos caminando. De vez en cuando la vista se me iba hacia sus senos (lo siento no soy de piedra) que oscilaban al ritmo de su respiración y de vez en cuando daban pequeños botes al saltar algún bache en la bajada por aquel camino de cabras. No me extrañó que fuésemos a una playa casi desierta, pues además de conocer el camino había que recorrerlo. Seguimos hablando de los amigos, las últimas juergas, etc, y yo intentaba no mirar hacia ella. Aunque podía sentir un cosquilleo en mi entrepierna, afortunadamente no llegué a empalmarme como había temido por momentos, aunque lo pasé muy mal cuando ella me pasó un brazo por la cintura y fuimos caminando juntos. De vez en cuando sus senos rozaban con mi piel y no sé si fue por eso o por la agradable brisilla que soplaba pero noté que sus pezones se habían endurecido y estaban claramente erectos. Ante eso mi polla empezó a crecer dentro del bañador por más que mis órdenes mentales la llamaban al orden. La muy jodida tenía como de costumbre vida propia y no quería obedecer. Intenté taparme como pude poniendo la mochila delante y de repente oí:

¨Hemos llegado- dijo Mónica sonriente soltando los bultos, quitando los playeros y corriendo por la arena.

Pensé que el paseo había merecido la pena, pues teníamos ante nosotros una playa de arenas blancas y finas y el mar se aparecía totalmente cristalino. Mónica seguía danceteando por la arena y yo contemplaba su hermoso cuerpo semidesnudo, pero esta vez con ternura. Mi miembro había decidido permanecer tranquilo por unos instantes, pero ay de mí cuán ingenuo estaba siendo pues no me daba cuenta de que no era sino la calma que precede a la tempestad.

Mónica se acercó hasta mí, y se quitó sus apretados vaqueros recortados que por un momento arrastraron las braguitas rojas de su bikini dejándola casi desnuda, de modo que pude incluso atisbar un poco de la delgada línea de rubio vello púbico que coronaba su vulva, aunque fueron apenas unas décimas de segundo. Ahora ya estaba sólo con las braguitas de su bikini que tenía un nudo en cada cadera.

Sabes que los nudos son mi debilidad, ¿cómo se te ocurre ponerte eso?- pregunté maliciosamente.

Porque voy a dejar que me lo quites- respondió- ¿no te has dado cuenta de dónde estamos?- me preguntó ante mi cara sorprendida por sus palabras anteriores- ¿te acuerdas del reportaje que leí sobre playas nudistas hace un mes? pues esta es una de ellas- dijo señalando hacia la derecha.

La playa era pequeña pero tenía varios entrantes y pude ver que hacia donde me señalaba y ocultas del camino por el que bajamos, había varias personas: tres amigas juntas en las toallas, otras cuatro mujeres dispersas, dos hombres separados y un poco más apartados una pareja besándose, y todos ellos estaban en pelota picada.

Estuve por huir como alma que lleva el diablo, y es más debí intentarlo porque Mónica me agarró por el bañador.

Quietorrrr- me dijo- ¿dónde vas?

Yo me largo

¿Por qué?, no me dices siempre que eres muy liberal, tolerante, etc. Lo que eres es un aguafiestas, siempre haciéndome proposiciones y en cuanto te traigo a algo nuevo intentas huir como una rata cobarde-dijo.

Eso es lo que soy y no por falta de tolerancia; ya te dije el otro día que si tenía que ir a una playa nudista tendría serios problemas de erección …

Sí, sí- me interrumpió riéndose- de hecho me hizo tanta gracia que decidí comprobarlo por mí misma…

Pues para que te enteres es cierto, y que sepas que ya me he puesto tibio cuando estabas en topless y cuando te vi en tu casa mientras te cambiabas…

Ohh- exclamó con cara ofendida e indignada por unos segundos pero rompiendo a reír poco después- Ya lo sabía

¿Acaso juegas conmigo?-le pregunté.

Yo siempre juego contigo- respondió, y acto seguido se adelantó y me besó fugazmente en los labios, dejándome aún más confundido.

En ese momento lo vi claro, aunque la experiencia ya me lo había demostrado en ocasiones anteriores, nunca como entonces había sido tan consciente de que en el fondo no somos sino juguetes en manos de las mujeres.

Ven, vamos un poco más allá que hay una zona un poco más escondida donde no nos verán; lo se porque vine el otro día de tarde a ver cómo era la playa- me dijo.¿Sería posible que ya llevase tiempo maquinando aquella situación?- para que no piensen que somos unos asquerosos mirones (así me sentí yo pues lo cierto es que había echado alguna mirada y he decir que estaba gratamente sorprendido pues salvo una que estaba un poco gordita las demás estaban francamente bien, e incluso he decir que los hombres en su desnudez parecían muy varoniles) desátame esto- me dijo ofreciéndome los nudos de las braguitas de su bikini.

Por unos instantes dudé, pero la miré y vi que me sonreía y sus ojos me apremiaban a ello. Así que lo hice y solté los nudos. Ella dejó que sus braguitas cayesen hasta la arena y se me quedó mirando a los ojos.

Yo había observado la caída de la tela roja hasta la arena y ahora subía mi mirada desde sus pies hasta su cabeza como si pudiese acariciarla con la vista. Ante mí tenía una diosa de marfil y no quería romper el hechizo. En esos momentos recordé los típicos cuadros clásicos del nacimiento de Afrodita y no cabía duda de que ante mí se encontraba una manifestación de la diosa. La cogí por la cintura, la atraje hacia mí como queriendo tapar su desnudez; no ofreció resistencia, la besé y esta vez nuestras lenguas se encontraron al tiempo que noté como su respiración se volvía entrecortada y cómo se le endurecían sus pezones contra mi pecho. Estoy seguro que del mismo modo ella notó como mi polla crecía contra ella y se ponía dura como el bronce. Se separó de mí, me cogió de la mano me guió hasta la zona apartada de la que me había hablado (lo de apartada es un decir pues tan sólo eran unas rocas al fondo de la playa que se elevaban lo suficiente para taparnos a la vista de los demás.

Mientras caminábamos miré hacia la playa pensando en las otras personas que allí había y en qué pensarían y lo cierto es que seguían como antes, es más hubiese jurado que ni tan siquiera habían reparado en nosotros. Tan sólo la pareja que antes se besaba miraba hacia nosotros pero en breve cambiaron la mirada y siguieron a sus cosas. Mónica estaba extendiendo las toallas en el sitio que había escogido y yo la ayudaba

¿Has enmudecido?- me preguntó.

Lo siento, es que sólo tengo ojos para ti-le dije.

Vamos no seas tonto, que habrás visto a muchas mujeres desnudas

A algunas, sí, pero a ninguna la deseaba tanto como a ti- le dije.

Eso se lo dices a todas. De todos modos olvídate porque tan sólo somos dos buenos amigos que se han venido a tomar el sol a la playa, así que no te hagas ilusiones- me dijo acercándose a mí. Yo estaba de espaldas a la gente que estaba más allá, y ella se arrodilló.

Venga, quítate esto ahora que así sólo te verán el culo- dijo mientras me bajaba el bañador liberando a mi polla de su prisión y dejándola totalmente empalmada saludando hacia su cara. Me miró y sonriendo dijo: en el fondo me encanta que te empalmes por mí, me hace sentirme deseada, porque esto ¿es por mí, no?… por cierto tenías razón, te empalmas en una playa nudista.

Nos tiramos en la toalla y comenzamos a hablar y ella me contó que en San Juan de Alicante había estado varias veces en una playa nudista, y luego habló de esas vacaciones y estuvimos un buen rato hablando con esa complicidad que siempre nos ha unido. Los dos estábamos tumbados de lado mirando el uno hacia el otro y mientras charlábamos yo me entretenía acariciando suavemente su piel con mis dedos como tantas veces había hecho en otras ocasiones, y si bien ahora estábamos desnudos puede que fuera más inocente que entonces, ya que ambos conocíamos nuestras almas a la perfección y ahora por fin desnudos totalmente el uno frente al otro, habíamos llegado a la máxima compenetración.

Tras un rato, ella se puso boca arriba en la toalla, y yo boca abajo como pude para no aplastarme demasiado la polla, pues mi bandera seguía ondeando y no precisamente a media asta. Nuestros cuerpos estaban muy juntos y yo sólo tenía ojos para ella. Sus cabellos lanzaban reflejos dorados, su rostro aparecía realmente relajado. Algo me llamaba a besar sensualmente sus labios, pero seguía mirándola extasiado, en su cuello tan sensual como siempre podía notar el palpitar de una vena, y sus senos subían y bajaban al ritmo de su respiración. Me recreé contemplando sus deliciosos pezones rosados que curiosamente estaban totalmente erectos, y la blancura de sus senos. Su barriga lisa , su ombligo, me llevaban inexorablemente hasta su monte de Venus que aparecía casi totalmente depilado, salvo por una delgada línea rubia de vello. Pude ver en sus labios vaginales un reflejo cristalino y me di cuenta de que estaba húmeda, lo cual unido a sus pezones erectos me hizo convencerme de que distintas escenas eróticas debían estar pasando por su cabeza.

De repente abrió los ojos y me miró. Por un momento nuestras miradas se hundieron la una en la otra y entonces se acercó hasta mí y me besó suavemente. Cerré los ojos y el beso se volvió más apasionado, aunque de repente casi di un bote involuntario pues ella había agarrado mi miembro con sus dos manos, pero la presión era la justa: ni floja como la de aquellas mujeres que piensan que están cogiendo cristal o que les da miedo tocar, ni dura o dolorosa como las que parece que están jugando con un joystick.

Yo había llevado mi mano izquierda a sus nalgas y las acariciaba sensualmente especialmente allí donde se une la nalga a la pierna y donde se use a la base de la columna, aunque al poco me llevé un dedo hasta su coñito que pareció sumergirse en una piscina de lo mojada que ella estaba. Al punto subí esa mano desde sus nalgas, pasando por su espalda hasta su seno derecho que masajeé un poco hasta pellizcar su pezón con mi dedo aún húmedo por sus jugos y noté como se ponía aún más duro entre mis dedos. Mientras con mi otra mano le masajeaba la cabeza bajo el pelo…

Alguien viene- dijo ella de pronto.

Me senté como incorporado por un resorte y traté de taparme como pude con una camiseta, miré a mi alrededor y vi que no había nadie cerca nuestro. Desde nuestra llegada habían llegado otras dos parejas, pero estaban lejos de nosotros y una se estaba bañando. Miré a Mónica y estaba sonriendo pícaramente.

Ja,ja,ja. Has picado- me dijo- tenía miedo de que te dejaras llevar por la pasión, ja,ja.

Me tenía en sus garras, estaba a su merced, jugaba conmigo como un gato con un pajarillo, pero a fe mía que valía la pena.

Vamos a bañarnos a ver si conseguimos que se te baje eso- me dijo fijando la vista en mi miembro rojo e hinchado.

Estás tú para hablar- respondí molesto.

No te enfades, tonto- dijo ella sonriendo mientras se levantaba y ahora me tendía la mano para que me levantase, cosa que hice- tranquilo que yo te cubro- dijo agarrándome de la cintura al ver que me ponía rojo como un tomate y miraba nerviosamente hacia la gente que estaba en al otra zona de la playa. Me daba la impresión de que todas las miradas iban a converger en mí. Habría unos quince metros desde las toallas hasta el mar, y cuando faltaban unos siete para llegar Mónica me soltó y corrió hacia el agua. Totalmente desnudo, plenamente consciente de mi desnudez y totalmente empalmado hice lo único que me pareció razonable, correr tras ella en busca de la protección del mar. Mientras corría notaba una brisilla contra mi cuerpo desnudo y he de decir que era realmente placentera, me sentía libre; llegué al agua y me zambullí tras Mónica. Afortunadamente cuando me levanté el agua me cubría hasta el pecho. De repente los brazos de Mónica se asieron a mi cuello y sus piernas se enlazaron conmigo por encima de mis caderas; podía sentir sus senos endurecidos por las frescas aguas marinas contra mi pecho, así como su coño bajo mi ombligo.

No ha sido tan terrible, ¿verdad?- me preguntó.

Esta vez fui yo quien la apretó con fuerza contra mi cuerpo y hundí mi lengua en su boca como si me fuera la vida en ello, y lo cierto es que me vi correspondido con idéntica pasión. Pero esta vez fui yo quien la apartó.

El agua está deliciosa- dije sumergiéndome y buceando bajo el agua. Lo cierto es que la sensación de libertad era absoluta. Salí a la superficie, tomé aire y volví a sumergirme disfrutando de aquella sensación. De pronto rocé la arena con mi polla, y un agradable escalofrío me recorrió. Tal era mi relajación que mis huevos casi sueltan su leche, pero me contuve, pues tenía otros planes para mi polla y sus jugos.

Miré hacia Mónica y me sonrió burlonamente pegándose a mí y besándome de nuevo. El tiempo de las palabras había pasado, todo podía ocurrir. Se metió bajo el agua sujetándose a mis nalgas y para mi gran satisfacción se metió mi polla en su boca y estuvo jugueteando con ella un buen rato. El mar estaba como un plato y estaba seguro que a la distancia que estábamos de la gente nadie podía saber si estábamos jugueteando o haciendo algo más fuerte, aunque lo cierto es que a esas alturas ya me importaba un bledo, pues si a Mónica no le importaba y ella me había llevado allí, por qué tendría yo que poner pegas.

Tras un buen rato Mónica subió a coger aire y la besé apasionadamente. Le prodigué mil caricias por todo su cuerpo, besé apasionadamente su cuello, y sus tetas; mis manos masajeaban todo su cuerpo subiendo desde sus nalgas por toda su espalda hasta su cuello y sus pechos, volviendo a bajar a sus nalgas y separándolas con fuerza, mientras ella arqueaba su cuerpo contra mí. Me fui hacia unas rocas cercanas y allí ya no nos veía nadie. Ahora le devolví los favores prestados bajando hasta su coño, chupándolo con fruición y metiendo mi lengua en él. Probé sus dulces jugos embriagándome en ellos. Subí a tomar aire, pero lejos de desatenderla la dejé flotando boca arriba y me situé entre sus piernas; mis manos se aferraban a sus tetas y mi lengua seguía dedicándole plena atención a su dulce chochito, aunque también la deslicé hacia su ano y aunque primero casi se apartó, debió gustarle pues pronto cedió a todas mis caricias. Sus ojos estaban cerrados, pero su cara reflejaba las oleadas de placer que recorrían su cuerpo. De vez en cuando sus piernas se estremecían aferrándome la cara con inusitada fuerza como si quisiese arrastrarme dentro de ella. (Casi hubiese jurado que tenía sucesivos orgasmos).

Gocemos juntos -me dijo- intentemos alguna postura.

Dicho y hecho, pues mi mente ya había elucubrado un 69 acuático y entre risas lo llevamos a la práctica. Tras un rato quedé de pie con el agua hasta el cuello y ella había vuelto a abrazarse a mí enlazando sus piernas por encima de mis caderas. Nos besábamos suavemente y mi polla chocaba con sus nalgas. Mis manos recorrían su cuerpo y las llevé nuevamente a sus bajos mientras ella mordisqueaba mi cuello.

Méteme los dedos- me suplicó en medio de un gemido entrecortado.

No lo dudé por un instante y le metí el anular de mi mano derecha hasta el fondo con suma facilidad, y pronto mi índice se juntó al anterior. Ella se estremecía de placer y diré que yo tenía la polla a punto de estallar y me encantaba lo que juntos estábamos gozando. Era tal y cómo siempre había pensado, nos compenetrábamos a la perfección en todo y el sexo no era una excepción.

Mis dedos seguían entrando en su coño sintiendo su cálido interior , mientras con mi otra mano magreaba su culo y de vez en cuando presionaba un poco su ano, hasta que de repente metí un dedo en él. Por un segundo temí su reacción pero tan sólo dio un pequeño gemido de placer. Le metí un segundo dedo en el culo y los abrí en V dentro de él. Ella comenzó a mover su culo y su coño en torno a mis dedos con movimiento rítmico como el de una danza al tiempo que me besaba apasionadamente y me arañaba la espalda con fuerza de un modo casi doloroso pero realmente placentero. Se estremeció contra mí y noté que estaba llegando al orgasmo, bajó una mano hasta mi olvidada polla que seguía igual de dura y mientras me besaba se la restregaba contra su coño y contra su culo. Por aquel entonces yo ya tenía la polla muy sensible y aquello casi me hace correrme…

Que me voy a ir- le susurré al oído.

Ni se te ocurra, que tengo sed-me dijo, arrastrándome hacia la orilla y entre las rocas nos llegamos a la arena. Yo estaba de rodillas mientras ella me chupaba la polla y seguía metiéndole mis dedos por sus dos agujeros. Noté que se estremecía y me dijo: Dámela ya.- al tiempo que me decía esto metió uno de sus dedos por el culo y de pronto me corrí dentro de su boca durante lo que me pareció una eternidad y mientras para mi gran sorpresa se lo tragaba todo su cuerpo se estremecía de placer pues estaba alcanzando un nuevo orgasmo.

Nos desplomamos uno en brazos del otro y nuestros cuerpos desnudos y enlazados descansaron uno contra el otro durante un rato, mientras nos mirábamos sin hablar. Ella se llevó su mano a mi polla y comprobó que lejos de haberse desinflado, seguía dura como una piedra. Yo notaba aún mi polla dura y mis pelotas me dolían pues la corrida había sido espectacular, ya era la segunda del día y me había exprimido casi todo mi jugo de las pelotas.

Me gusta que sigas así, porque ¿no pensarás que esto se ha acabado verdad?. Aún tienes que follarme y voy a hacerte un regalo: mi culo virgen.

La sorpresa debió reflejarse en mi rostro, pues ella sonrió.

Me has excitado, pero aprovecha, porque mientras siga con mi novio esto no volverá a repetirse nunca por mucho que yo tenga tantas ganas como tú.

La icé en mis brazos sin decir nada y besándola nos metimos en el agua para quitarnos la arena. La senté sobre una roca plana bastante grande que estaba apenas unos centímetros encima del agua y comencé a besarla nuevamente por todo el cuerpo. Le chupé su coño y bajé hasta su culo, metiéndole la lengua, luego con los dedos empapados en su propio jugo, le metí dos dedos en el culo, mientras seguía chupándole el coño y magreándole las tetas con mi otra mano. Sólo me importaban ella y el placer que podía darle, en esos momentos no había otra cosa para mí en todo el universo, pero ella no era menos sacrificada que yo, se levantó viniéndose hasta mi polla y metiéndola nuevamente en su boca. Me estaba haciendo un trabajito de lo más fino, se metió mis bolas en la boca chupeteándolas y mordisqueando suavemente. Era una delicia, sus deliciosos ojos verdes me hipnotizaban.

Vamos a ello- le dije cogiéndola de la cintura y metiéndome en el agua. Ella volvió a enlazar sus piernas en torno a mis caderas, sólo que en esta ocasión me asió la polla con una mano y se la llevó hasta su coño, metiendo mi polla dentro de él. Recuerdo el calor y la deliciosa suavidad que envolvieron mi polla, era como si entrase en un coño por primera vez, o como si esta vez lo disfrutase más que nunca. No me preocupaba hacerlo sin condón pues sabía que ella tomaba la píldora y que no era ninguna promiscua (pese a que las apariencias puedan sugerir otra cosa, pero daos cuenta de que llevábamos años deseándonos). Aprovechando el líquido elemento realizamos varias posturas acrobáticas. Me dio la impresión de que tuvo un par de orgasmos, y luego recordé que en una ocasión me había confesado que era multiorgásmica, aunque yo me lo había tomado a coña. Noté que si seguía corría el riesgo de correrme, así que la llevé a la roca plana de antes y allí la puse a cuatro patas, donde le estuve comiendo el coño y su culo (aún me quedaba satisfacer su petición y cómo no mi más imperante deseo: pentrar su culo virgen). Separé sus nalgas y chupé su culo, luego le metí un dedo , dos dedos, hasta cuatro, dilatando su agujero, y dejé caer saliva en su interior para que actuase como lubricante. Ella lo estaba esperando excitada y temerosa a un tiempo, pero la excitación y el deseo se habían apoderado de ella y ya nada la haría volver atrás.

Me pareció que su culo ya estaba bastante dilatado, lo cual era pura intuición pues también era la primera vez que me follaba a una mujer por el culo. Me puse ante ella e inmediatamente ella comprendió: se metió mi polla en la boca y la ensalivó de lo lino, mientras yo magreaba sus tetas.

Volví a ponerla a cuatro patas y suave aunque firmemente separé sus nalgas con mis dos manos, acerqué mi glande enrojecido hasta su agujerito aún dilatado y empujé un poco. Mónica bajo mí gimió, pero no de dolor sino de puro placer. Separé una de mis manos de sus nalgas y la llevé hasta mi polla ayudándola a empujar. Tras una breve resistencia y con un sonoro blop para mí sorpresa, resbaló de corrido dentro de su culo casi toda mi polla. Había entrado con suma facilidad.

Ahhhh, cabrón, es fantástico. Clávala más hijo de puta- me dijo.

No presté atención a sus tacos que debieran haberme sorprendido pues ella no suele decirlos, pero a esas alturas creo que entre ambos todo está permitido,¿no?.

Agarré sus tetas con fuerza y traté de sacar mi polla hacia afuera, pero si bien había sido fácil entrar, ahora ella me apretaba la polla con fuerza, exprimiéndola. Como siguiese así me iba a correr demasiado pronto. Por fin cedió un poco y empecé a bombear dentro de ella. Apoyó su cara sobre la roca, se llevó las manos hasta sus nalgas separándolas y gritándome que llegase más adentro. Se me salió la polla y me suplicó que se la clavase otra vez y así lo hice. De pronto se salió de mí y me dijo que probaríamos otras posturas. Nos besamos, su sabor era delicioso. Se tumbó de espaldas sobre la roca, puso sus piernas sobre mis hombros y yo mojando mi polla en el mar se la clavé nuevamente en el coño, mientras me inclinaba sobre ella y alternativamente la besaba y me comía sus tetas. Saqué mi polla empapada en sus jugos e intenté clavársela suavemente en el culo aunque en esta postura costaba más, pero ella me dijo que le encantaba la sensación de entrada y salida y la repetimos varias veces. De pronto se levantó, me dio la espalda y de pie se inclinó hacia la roca extendiendo sus brazos hacia la roca. La enculé así y sólo oía sus suaves gemidos, la icé hacia mí su espalda contra mi pecho, agarrándole las tetas y besándola mientras mi polla estaba dentro de su culo. Entonces la cogí por las piernas y la llevé hacia la arena con mi polla aún en su culo. La tumbé sobre la arena y quedó totalmente estirada boca abajo con las piernas separadas. Le clavé nuevamente la polla en su culo, que ya entró con suma facilidad y la follé echando todo mi peso sobre ella. Gozamos juntos y cuando noté que se estremecía un poco más de lo normal (imaginé que estaría llegando a un orgasmo) me corrí dentro de ella, pues ya no podía más.

Nuevamente quedamos tumbados en la arena. No tenía fuerzas ni para salirme de ella y quedé aún un buen rato dentro de ella abrazándola al borde del mar, parte de nuestro cuerpo en el agua y el resto sobre la arena. El sol bañaba nuestra piel aunque yo sólo la sentía a ella. Tras un rato se dio la vuelta se abrazó a mí y seguimos unos minutos abrazados. Podía sentir palpitar su corazón contra mi pecho. Creo que nunca he sido tan feliz como en esos instantes.

¿Has tenido bastante?- me preguntó- yo creo que no. Y como puede que esto no es repita jamás….

Cogió mi polla, ahora sí flácida por los esfuerzos, y se la metió en la boca.

Siempre queda algo- me dijo riendo.

Efectivamente acabamos follando otra vez , aunque ahora ya saciados los dos todo fue mucho más suave.

No os diré como volvimos a casa ni os contaré el resto del día, pues lo que os quería contar y necesitaba compartir ya ha sido narrado. Tan sólo os diré que ella volvió a tomar las riendas, y me dijo que jamás se repetiría ese día hasta que no lo dejase, si algún día lo dejaba con el novio, pero ello no quería decir que debiera tratarla de manera diferente a como lo hacía hasta entonces, pues le encantaba que la adulase como yo lo hacía.

Aunque no os lo creáis, la vi al día siguiente, han pasado varios meses y todo sigue siendo como antes o aún mejor. Quizás algún día acabemos juntos o quizás no, pero lo cierto es que tuvimos nuestro momento que lejos de desunirnos nos ha unido aún más.

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